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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

El amor se enamora de una metáfora mortífera (cuento a no acabar)

El amor se enamora de una metáfora mortífera (cuento a no acabar)

 

Antes de escribir la carta, Jacobo meditó cien mil veces los diez mil variantes de redacción que, a su juicio, le daría más brillo a su intento de conquistar el alma y el cuerpo de Concepción María. De letras mucho no sabía, pues apenas y con un promedio de seis había dejado en la memoria su experiencia dedáctica en la Escuela rural Martín Pescador. No obstante el amor y la poesía se parecen como la luz del sol a la faz oscura de la luna. Jocobo había visto la muchacha durante una densa charla sobre budismo tantra, y el impacto fue claro, decidido y certero. Concepción era muy joven, pelo negro brillante, enrulado y algo deshecho, ojos marrones pensativos y furtivos, rotondos como ciruelas de estación, cuello fino que se deslizaba misteriosamente hacia unos senos maliciosamente rebosantes...¿para que seguir?

Durante la charla ella tomaba muchas notas en su agenda y algunas veces movía su cabeza indicando su acuerdo con las palabras del profesor. Como si fuera la mejor alumna. En cambio Jacobo, joven estudiante de terapias alternativas, no sabía nada de Budismo y en realidad había llegado a la reunión pensando cautivar alguna dama libre de compromisos con sus inacabados conocimientos de las terapias alternativas. Como bien saben los dioses, pueden fracasar los mejores planes. Y en efecto desde el momento de fijar sus grandes ojos negros en la figura de Concepción, Jacobo sufría un golpe de timidez irredimible. La imagen que retuvo de ella se transformó con el paso de los días en una fuerte obsesión; sin saberlo la chica se había convertido en protagonista de las oníricas aventuras nocturnas del muchacho. El cuerpo de la muchacha había quedado grabado en la memoria del chico, como su fuera una obra Goya.

Durante 15 noches Jacobo dormía con sueños alterados, sudando de deseo Su deseo subía como la temperatura de verano; no obstante, su repetina y vergonzante vergüenza le impedía encontrar el coraje suficiente para abordarla directamente. Hasta el día que tomó la decisión de escribir una carta a Concepción. Tendría que ser redactada finamente, con metáforas y lenguaje de alto vuelo, en la cual daría a conocer la turbación amorosa que golpeaba en lo más profundo de su pecho.

 

(A continuar)

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