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Javier Basaldúa: "Una obra de arte ligada a la poesía..."

Javier Basaldúa: "Una obra de arte ligada a la poesía..."

Cuando nació Javier Basaldúa e intentaba vociferar sus primeras sílabas, Osvaldo Guayasamín ya había recorrido todo el continente americano pintando las manos de campesinos, obreros, indios, negros y mulatos; la palabra "¡revolución" rebotaba de boca en boca y la pesadilla militar seguía perturbando el sueño libertador.

Javier sigue admirando los cuadros del pintor ecuatoriano, pero se encuentra en el proceso de desentrañar pedazo por pedazo su propio estilo artístico. La década de los ’70 ya pasó y ahora asoma en el horizonte de Javier otra perspectiva, un mundo cuyo lenguaje exige la construcción de un sendero propio y claramente diferenciado. 

Javier es un joven pintor argentino, "autodidacta hasta los 33 años." En la lista de los grandes pintores que han inspirado su inmersión en la pintura aparecen, además de Guayasamín, nombres como Vincent Van Gogh, Mundi, Egon Yile , Chillida y Pablo Picasso.

Basaldúa es un apellido vasco. Significa "hombre que vive entre árboles." En realidad vive entre casas, calles y el ruido de Buenos Aires, si bien el pueblo de su infancia es Entre Ríos. Javier es alto, flaco, lleva lentes grandes y tiene dedos escurridizos que parecen pintar el aire mientras habla. Su rostro está poblado de relieves y parece invitar a cualquier extraño a acercarse para iniciar un diálogo.

El periodista lo encontró cerca de la Plaza Dorrego, en el barrio colonial de Buenos Aires.

--Es Usted artista? 

La sonrisa de reconocimiento dio lugar a una profundización de la conversación.

--Hoy, a los 10 años de haber iniciado mi actividad en las artes plásticas, siguen ocurriendo muchas cosas en este mundo complejo y cambiante que influyen sobre mi modo de entender el arte. 

Entra con el periodista en uno de esos boliches que rodean la Plaza Borrego. Eligen una mesa de madera oscura y la cerveza y los maníes que trae el mozo sirven para dar otro matiz a la charla, dándola un tono más profundo.

--A mí me gusta observar con especial atención esas situaciones que involucran lo que es intrínseco en el hombre, lo que moviliza el hombre a tomar una acción, lo que lo impulsa hacía la creatividad; me gusta buscar la frescura del hombre en relación con el medio que lo rodea.

Saca de un folio varias reproducciones de su obras y explicó que, como todos los pintores, ha experimentado con diferentes estilos, tonos y materiales.


--Se nota en sus cuadros una preocupación por llegar a los extremos...

--Quizás. Mi corte estético se extiende hacía el pesimismo y si ha visto Usted una carga en ese sentido a lo mejor es el reflejo de lo que uno percibe en los rostros de las personas, las historias que han vivido; la expresión de desgano que uno capta, de apatía, seguramente tiene que ver con la época que nos toca vivir, un período en el cual no se ve una salida. Pero hay que poner todo en perspectiva, ver las cosas con un poco más optimismo. ¿Cómo podemos hacer para creer un mundo mejor o por lo menos comenzar a reparar algunos daños, acomodar algunos errores?

La pregunta quedó allí en aire, sin repuesta. Luego de un breve y casi ritual silencio Javier continuó:

--Es un camino muy duro. Hay mucho resentimiento en mi país, en Argentina, una nación emergente del tercer mundo que sufre las tempestades que lo rodea.

--Entonces, cabe preguntar sobre el papel del artista en la sociedad.

--En primer lugar, como artista, no puedo hacer mucho, pues yo soy un pintor. De todos modos, como argentino puedo ofrecer una especie de auto-crítica: ¿cuál ha sido nuestro rol, cómo hacer para hacernos cargo de lo que ha sucedido? Debemos efectuar una reflexión sobre los conflictos de nuestro tiempo.

--¿Pero existe la posibilidad de establecer un lenguaje común entre el artista y el público?

--La verdad, lo que uno ve en este momento en la mayoría de las galerías de arte es una especie de evasión, una pintura que no va más allá de lo liviano y decorativo. No me mueve ni una fibra. Ahora bien, existe un público más sensible. El problema está en determinar qué estrategia emplear para llegar a ese público. De todos modos lo que me interesa es lo que yo hago, no cómo llegar a un público determinado.

--¿Y su propia evolución...?

--¿Qué puedo decir? Habría que seguir el camino de los grandes maestros y pintores, Guayasamín, Mundi, Egon Yile, Chillida, Pablo Picasso...de alguien somos hijos, de alguna manera. No nacimos de la virgen sino de una especie de collage, de una historia estética. Le cuento algo. Un día estaba hablando con un amigo, Marco Limas, un poeta, aunque no acepta definirse como tal. Me propuso encontrar un hito común entre mi pintura y su poesía. ¡Fue fascinante!

--¿Cómo fue?


--Hay un objeto, que en este caso es una cajita, como si fuera un mueble, y en la cara más visible está la ilustración mientras que en el interior de la cajita aparece el poema: es decir, la poesía es un objeto por sí mismo; el trabajo es la simbiosis entre la plástica y la ilustración. La cajita funciona como un objeto intimista que guarda cosas, como las cajas en las cuales uno siempre guarda recuerdos. Es como un banco visual. Hay que verlo. Tiene brillo. De la poesía uno recibe un remanente muy relativo. Uno trata de captar lo más visual, el pasaje íntimo...

--¿Está contento con su trabajo?

--En realidad, yo soy muy crítico con mi trabajo pero, sí, estoy contento, pues este proyecto con Marco ha sido un primer paso, un postal poético…

--¿El futuro?

--Mi intención es trabajar con otra gente. Un proyecto tiene que ver con lo social, manifestarnos en la calle junto a la gente. Como estamos en un sistema global, habría que armar un mensaje global. Creo que la democracia nos da la posibilidad de elegir. Pero un recurso esencial en todo proceso es la energía. Me encanta trabajar la energía desde la plástica, investigar el concepto, sabiendo que las soluciones que encontramos dependerán de la energía que volcamos en nuestras acciones creativas.

Teléfono: 15 4099 1487 / 47237758 
Email: javierbasaldua@hotmail.com

 

 

 

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