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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

En la localidad de Pipinas la naturaleza suaviza las heridas sociales

En la localidad de Pipinas la naturaleza suaviza las heridas sociales

     Hay muchas localidades en Argentina que nacieron a los costados de una estación de ferrocarril. Es el caso de Pipinas, un hermoso pueblo de unos mil habitantes en la provincia de La Plata que sufrió luego la desaparición del tren y la pérdida de fuentes de trabajo con el cierre del cementero Loma Negra. Ahora es un pequeño paraíso para quienes desean descansar del vértigo urbano, un lugar único donde cantan los pájaros, ladran los perros y el viento suspira entre las hojas de los elegantes plátanos, plantados a los costados de las calles sin pavimentar del pueblo.

     Los habitantes de Pipinas conservan un gran amor por su pueblo y luchan creativamente para seguir adelante. Una visita a cualquier lugar nuevo siempre deja recuerdos que se asemejan a los sueños; en cambio, los habitantes de este lugar tienen almacenados en sus cerebros los tiempos cuando hubo mucho trabajo...y el fino polvo blanco que el cementero dejo en el aire y en los pulmones de los obreros, los tiempos cuando el tren era el centro de actividad, cuando uno no tenía que ir a trabajar en la ciudad vecina de Verónica, o en Punta Indio, los tiempos cuando las vacas y ovejas vagaban por campos verdes.

   Para el visitante sin coche y sin muchos billetes en el bolsillo, preparado para la aventura de aprender observando y palpando nuevos horizontes, el punto de partida es la estación de ómnibus en la Ciudad de La Plata. Allí la única línea con destino a Pepinos sale puntualmente a las 11 horas. Durante una hora y media aparecen detrás de las ventanas del ómnibus campos ahora terriblemente secos, vacas que parecen comer la tierra, ya que el pasto prácticamente ha desaparecido. Es que ya hace más de dos años  que no llueve normalmente en la zona  y desde el pasado mes de noviembre ha habido apenas nubes que prometía agua que nunca cayó. La naturaleza es bella, a veces cruel.

   La plaza de Pipinas queda a una cuadra de la parada de ómnibus: es una iglesia de estilo moderno, pero acorde con el estilo humilde y muy cuidado del pueblo; desde el otro lado de la plaza asoma el centro de salud, al lado la oficina de policía, ningún bar, tampoco un café a la vista. Entonces, a caminar. Casi todas las calles tienen el tono de cal y al lado de ellas, en casi todas, hermosos plátanos parecen alzar sus ramas buscando el cielo. Cada árbol ha sido plantado casi con precisión matemática, con una separación prudente de aproximadamente siete metros; los plátanos y otros árboles llenan el aire de oxígeno y las brisas juegan en las alturas frondosas de los árboles y de ese modo refrescan el ambiente. Claro, ahora son una belleza natural. Años atrás, cuando Pipinas se debía su fortuna a Loma Negra y a María Amalia Lacroze de los Reyes Oribe, viuda de Alfredo Fortabat, (la mujer más rica en Argentina) el pueblo fue cubierto por una fina nube blanca proveniente del cementero Loma Negra.

    --Muchos obreros sufren todavía de los efectos que el polvo causó en sus pulmones.

    Son palabras de un vecino, que recibe el cronista muy amablemente. Dice que ama mucho al pueblo--cosa que repiten todos los vecinos-- y piensa que la vida en las ciudades es un espanto. Aquí nadie sabe de robos, ni arrebatadores, ni asesinos, ni de choques de autos. Es un lugar para caminar, respirar, charlar con los vecinos, olvidar el reojo interior que uno tiene. Otra opción: transitar en bicicleta. Coches hay, pero lo asombroso es dormir sin oír el tránsito de la calle, escuchar el canto de las aves al anochecer, el ladrido de perros, la chismería de las gallinas, alguna oveja practicando sus cuerdas vocales.

     Casi todas las casas en el pueblo son de un solo piso, cómodas, sólidas, con espacio para plantas, un jardín para tomar el mate. Visualmente el estilo simple y sin ostentación de las casas da la impresión de igualdad social, pues se puede contar con los dedos las casas hechas con más lujo o que cuentan con una estética más cercana al gusto de la clase media. Entramos en un negocio, como todos los demás sin carteles ni avisos de ningún tipo.

    --Hemos tenido que luchar para salir de la situación cuando Loma Negra se fue, se perdieron alrededor de 20% de los empleos, pero... ¿qué vamos a hacer? A trabajar. Los obreros viven todavía con el 80% de sus sueldos que la empresa les ha dado, pero en 2011 vencen los pagos...

    Quien habla es la dueña de un pequeño negocio de ropa. Es encantador para el visitante admirador de la ecología transitar por el pueblo sin tener que luchar con los grotescos carteles que visualmente contaminan las calles de las grandes ciudades. Aquí una doña vende ropa para niños, allá un señor tiene un almacén, frente a la parada de buses, un kiosco, allá el único cyber-café, todo muy discreto. Para encontrar un bar o un restaurante se tiene que acercarse a la ruta.

    (Volviendo sobre la señora del negocio, no sabemos si Fortabat, la última dueña de Loma Negra,  tuvo una especie de mea-culta, como suele suceder entre los grandes empresarios preocupados por su imagen pública, pero después de vender la fábrica hace nueve años, en medio de la crisis económica y social en Argentina, Fortabat colocó unos $825 millones de dólares en el exterior como reaseguro, según Wikipedia,  pero también paga durante 10 años el 80% del sueldo de los obreros y en el pueblo todavía recuerdan con cariño el club atlético que recibió el fuerte respaldo de la empresa. Se dice que a veces una crisis posibilita y recambio positivo. Habría que ver...)    

   El turista que quiere quedarse unos días a disfrutar de la tranquilidad en el pueblo debe cerrar su teléfono móvil, su blackberry, salir de su casa con un libro estimulante, olvidarse del reloj, adaptarse a otro ritmo de vida y...tomar una habitación en el hotel de la Cooperativa de trabajo Pipinas Viva, al lado de la ex-fábrica de Loma Negra, construido para los obreros. Sus habitaciones son amplias, cada una con un balcón desde el cual  uno puede ver los variados tonos del follaje de los árboles. Los precios son muy cómodos y atrás hay un camping y una muy buena pileta llena de agua dulce de pozo. En una entrevista que publicáremos a la brevedad el lector podrá apreciar el trabajo de los miembros de la cooperativa, una iniciativa muy importante: buscar mediante el trabajo en cooperativa una salida al abandono en que quedó el pueblo luego del cierre de Loma Negra y algunas otras fuentes de trabajo en la zona.

 

 

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