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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

Un día Juan se levanta y toma una decisión...

    Ese día Juan se levantó bien temprano. No tomó café. No escuchó la radio. Salió apurado., pasando entre taxis, coches nerviosos y miros abrumados de gente, y pensó: "Hoy hay que votar..." No sabía bien por qué. No sabía si iba a votar para el partido X, Y o Z. Pero estaba alegre. Iba a dar a conocer su voluntad, ejercer su derecho.

   No sabía si un rostro era más confiable que otro. No sabía qué ocultaba cada cara. No sabía los intereses que se apilaban detrás de las hermonsas palabras, detrás de las campañas organizadas  por una que otra agencia de publicidad, el gran comercio que representaba hacer "vendible" un candidato.

   Sabía que votar era como tomar una decisión. Y tomar una decisión era un acto de voluntad,  decir aquí estoy. Bien o mal. Como tomar el mirco o caminar. Café o té. Casarse o separarse. Pasamos la vida tomando decisiones, pensaba Juan. ¿Qué hay en una decisión? ¿Por qué uno festeja una decisión y maldice otra? ¿Cómo saber si el político X realmente iba a hacer lo que prometía?

   Todos parecen decir lo mismo, pensaba, que van a cambiar el mundo. Pobre mundo. Raro eso de los cambios. Un tipo de derecha dice que va a cambiar las cosas y rebaja los impuestos para que los ricos puedan gana más. Un tipo progresista dice el contrario pero termina beneficiendo a los poderosos por miedo a perder "inversiones," o por miedo a un golpe.

   Con el mercado díos todo se soluciona, dicen los que tienen much que perder y quieren ganar más. Dicen que representan el desarrollo, el bienestar, pero el pobre que no paga sus impuestos... ¡Por favor! dice otros: el estado va a ayudar al pobre. Que todos van a tener su lugar. Que no va a haber más hambrientos, no más gente sin casa durmiendo en las calles. Que los hospitales, que la vivienda, que la jubilación. La paz. La justicia.

   Y sin embargo Juan no sabía bien qué cambios iban a hacer ni los unos ni los otros porque los candidatos gastaban el tiempo diciendo tantas barbaridades contra los contrarios que se olvidaban de decir qué cambios iban a hacer. Igual Juan estaba contento ese día. Iba a votar. Ya no te secuestraban. Yo no te pasaban electricidad encima si pensabas un poco diferente. Uno podría pararse en una esquina y hablar contra el gobierno. Con un poco de dinero un podría incluso publicar alguna revista de barrio, expresando sus opiniones. No te metían en la cárcel por hacer una huelga.

    Pero lo que Juan escuchaba en la radio y en la televisión no le ayudaba mucho a tener la cabeza fría en el momento de votar. Tenía la vaga impresión que alguien estaba llevando las cosas a su molino. Eso de la seguridad pública, por ejemplo. ¿No es que terrible actos de violencia y de criminalidad siempre han existido? ¿Hay algo que indica que está peor que antes? ¿Es por no tener leyes más estrictas, como dicen algunos? ¿Será que la justicia sigue con la velocidad de la tortuga, especialmente si se trata de gente humilde? ¿La culpa la tendrá los traficantes de las drogas? ¿Qué porción de la responsibilidad es del gobierno, qué porción de los diferentes resortes del poder, del sistema social y económico?

    Yo voy a votar, decía Juan, no sé si para Peronistas, socialistas, la Unión Cívica, el Partido Obrero, el Pro, para esa gente del campo, no sé, en realidad tengo una idea, pero es mi secreto. En realidad, me gustaría que en vez de hablar tanto de la democracia, pensaba, en vez de hacer tanta campaña en favor de los cambios, me gustaría que se hablara un poco más sobre los cambios necesarios para lograr un sistema más democrático...

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