Blogia
Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

Estreno de "Almuerzo en casa de Ludwig W," de Thomas Bernhard en el teatro Portón de Sánchez de Buenos Aires

Estreno de "Almuerzo en casa de Ludwig W," de Thomas Bernhard en el teatro Portón de Sánchez de Buenos Aires

¿Cuántas cosas pueden pasar en un almuerzo? ¿Cuántas verdades, cuántas mentiras, cuántos reproches, entre un plato y otro, cuánto odio, cuánto amor, cuánta filosofía, cuánta angustia entre familiares y seres amados…cuánta asfixia?” Es lo que sirve como punto de partida para “Almuerzo en casa de Ludwig W,” de Thomas Bernhard, estrenado en el teatro Portón de Sánchez de Buenos Aires por el director Carlos Peláez.

 ¿Cómo somos a partir de la mirada del otro? Es lo que resalta el director en esta pieza del autor Austríaco inspirada en el filósofo Ludwig Wittgenstein. La mirada sirve como un espejo que revela el interior del ser humano, pero además es una herramienta esencial en la actuación. En un espectáculo teatral el espectador se informa de la trama al oír los textos, mediante los matices y tonos que emplea el actor; pero hay muchos otros lenguajes expresivos que confluyen en la comunicación teatral. Por ejemplo, la mirada.

 El espectador sigue la mirada del actor porque piensa que en ella se oculta información sobre su estado interior, sus pensamientos, secretos, intenciones, miedos, alegrías. La mirada del actor alerta sobre el estado anímico del personaje, hacia dónde va su energía, delata pensamientos no verbales, intenciones, preparaciones para acciones, movimientos…

 Pero además, el actor de oficio “traga” la palabra transformándola significativamente en una repuesta orgánica. Es lo que propone Peláez a través de un trío de actores que entienden que las palabras del texto representan comida para alimentar las ideas, las emociones y los conflictos planteados por el autor. Este intento de “digerir” un texto difícil es lo que inyecta vida en este espectáculo, notablemente en la actuación de Galo Ontivero, como así también en la de Natalia Fernández Acquier y Tatiana Santana.

 Tres hermanos- -dos mujeres y un hombre- se reúnen a almorzar en su propia casa tras la salida de uno de ellos de una internación psiquiátrica. Irán develando aspectos de sus vidas como también sus relaciones con sus padres, con los otros, con su trabajo, con sus pasiones, con la enfermedad, con el arte, con el teatro, con la filosofía….Estallan amores, odios y verdades siempre acalladas.

_____________________

 Dirección: Carlos Peláez

Elenco: Natalia Fernández Acquier es la Hermana Mayor; Tatiana Santana es la Hermana Menor; Galo Ontivero es Ludwig

Asistencia de Dirección: Nayi Awada

Música original y Diseño sonoro: Gabriel Cichero

Diseño y realización de Escenografía / Diseño de Luces: Eduardo Spindola. Diseño de Vestuario y Maquillaje: Ana Nieves Ventura

Agradecimientos: Ramiro Soñéz, Luciano Suardi, Adelaida Mangani y Mónica Benavidez.

 Viernes 23 hs en el Portón de Sánchez Sánchez de Bustamante 1034

Reservas: 4863- 2848 o portondesanchez@yahoo.com.ar

_______________________________

 El director explica sus criterios de puesta con estas palabras:

“Me interesa señalar en la puesta, aquello que el autor propone en la forma de meta mensaje: la superposición que existe entre el personaje de Voss (que también se llama en la obra Ludwig) que remite al filósofo Ludwig Wittgenstein y al propio autor Thomas Bernhard. La música, el arte y el aislamiento de lo social funcionarán como nexo entre personaje, filósofo y autor. Wittgenstein cambió su nacionalidad y Bernhard manifestó abiertamente su desprecio hacia el nacionalismo austríaco; Wittgenstein rechazó su herencia y Bernhard no fue reconocido por su padre. Movimientos inversos que cortan con lo filiatorio. En el personaje de Voss, portador de la verdad, se unen y oponen Wittgenstein y Bernhard. Desde la dirección me planteo contar como lo fraternal es todo el tiempo ambivalente y contradictoria entre estos “particulares” hermanos. Una relación fundada en el odio y atravesada de una extravagante manera por el amor. Estos tres hermanos se rechazan desde la incomunicación, el reproche, la ironía, la verdad, pero se necesitan para sobrevivir en su aislamiento; se han vuelto sobre sí mismos en un movimiento centrípeto. La figura materna estará asociada a lo incestuoso, contada desde la puesta como una suerte de maldición que los ha inhabilitado como sujetos. Lo que no recayó sobre los padres caerá como castigo sobre su descendencia. Vienen estos personajes, sin tener consciencia de ello, a expirar culpas de sus antepasados. Lo filiatorio se contará desde estos tres “niños” encerrados en cuerpos adultos. Un encierro que los ahoga, del que intentan crear una ficción para seguir viviendo, desdibujando sus limites con la realidad o transfiriendo esta tarea al espectador. El lugar de la comida también será el de asfixia. Para los personajes, para el espectador, en la realidad y en la ficción si es que se alcanza alguna certeza sobre tal limite entre ellas: ”…el comedor de donde salieron todas las calamidades, padre, madre, hijos, solo actores de un infierno…”. ”Para Bernhard el absurdo no es un escape para la angustia, sino un encierro en el destino”. Otro aspecto que intento contar desde esta puesta es que somos y nos constituimos a partir de la mirada del otro; somos en lo que se dice de nosotros. Se apuntará a que el espectador sea quien devele, o decida determinar que hay de verdad y que de engaño, que es autentico y que impostado, que hay de ellos y que de sus padres en ellos, que hay dicho y que silenciado. La puesta estará revestida de una cierta atemporalidad para poder contar que en ella han quedado sumergidos sus personajes. Atemporalidad bajo la forma de encierro, de salidas fallidas, de intentos fracasados.

Un espacio de austeridad, despojado de lujo y excesos representará el contraste, como un modo de balance posible, para el peso que cada personaje y su intenso-por profundo- texto tendrán en escena. Una concepción espacial más del lado racionalista y minimalista al estilo de la arquitectura de Mies van der Rohe. La luz tendrá un lugar preponderante en el recorte del espacio, otro elemento que contará de la oscuridad de cada uno de ellos y de su historia. Esa zona de sombra que roza la locura es la que sostendrá a actores y espectadores en continua tensión. Zona que el autor expone con majestuosidad a través de su dramaturgia. En relación a la tensión he propuesto para esta obra investigar aquella que hay entre sonido y silencio a la hora de definir un criterio de musicalización. Recuperar el valor que tiene el silencio en una composición musical. Una referencia interesante desde lo visual que atraviesa la puesta, es la obra de Francis Bacon del año 1967 “Tres estudios de Isabel Rawsthorne”: lo monstruoso que agobia en un espacio reducido y contado desde el arte, lugar al que se pone en duda, cuestiona, critica y transita en toda la obra. (Otro corte en lo filiatorio acercaría a Bacon, a Ludwig y a Bernhard ya que también fue rechazado por su padre).

En esta puesta me propongo suspender al espectador- a través de la suspensión de los actores- en el tiempo, en su tiempo, en el tiempo de los personajes. Tiempo del intento, del encierro. Un encierro que se prolonga hasta el final donde mucho les ocurrirá a ellos, nada –o eso parecerá- a los personajes y casi sin darnos cuenta algo se habrá, habremos o los habrá modificado. Algo habrán o habremos intentado ficcionalizar.” ( Carlos Peláez)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

0 comentarios