¿Fue hace mil años o apenas la semana pasada?
"En cierto reinado, alguien de rango no muy elevado gozaba de un favor excepcional entre todas las consortes e íntimas de Su Majestad. Las demás, que siempre se habían considerado con derecho exclusivo al alto lugar que ocupaban, sentían un profundo desprecio por aquella mujer que les parecía espantosa...Pero Su Majestad, cuya dependencia de ella iba en aumento, hacia caso omiso de quienes la criticaban, hasta que su conducta pareció destinada a ser la comidilla de todos."
Pues de ese modo comienza lo que algunos describen como la primera novela, escrita por la joven japonesa Murasaki Shikibu hace alrededor de mil años, con unos cinquenta y cuatro capítulos, cientos de personajes, sobre los amores abundantes de un príncipe, Genji. Vamos a hacer honestos. No hemos leído la novela, pues el tiempo de lectura largo en relación con el tiempo disponible.
Después de todo, parece que mil años no son tanto. El hombre hoy sigue teniendo los mismos tipos de problemas que tuvo hace 100 o mil años. ¿O estamos equivocados? Si bien hoy no tenemos tanto tiempo libre para gozar de la lectura, siendo la rapidez y la brevedad los datos más sobresalientes de los tiempos que corren, igual podemos ponernos a imaginar la historia del princípe Genji, en todo caso reinventar el relato, pero en unas pocas líneas....
Había un extraño silencio en los pasillos del palacio aquel día. Príncipe dormía placidamente sobre su lecho de seda. Soñaba. Hablaba palabras sueltas. Frotaba sus piernas y sus labios se movían constantemente, no siempre de acuerdo a las palabras que parecían formarse en sus labios. Maraska lo observaba mientras peinaba su cabello negro y brilloso. Una leve sonrisa marcaba las comisuras de sus labios.
--Me voy. ¿Me has escuchado? Me voy. Basta, no soporto más ser tu juguete. Soy una mujer. No tengo por qué compartir con una dozena de otras mujeres tus supuestos encantos.
El príncipe abrió los ojos y quiso levantarse de la cama pero no pudo. Intentó varias veces hasta darse cuenta: estaba atado de pies y manos y una red cubría todo su cuerpo.
--¿Pero por qué me hagas daño?
--No te hago daño. El daños has hecho tu con mi cuerpo. Es mi cuerpo y he decidido hacer con mis brazos y piernas y partes íntimas lo que a mí me place, no lo que tu deseas.
(a continuar)
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