Ana Lío: "El coro Raices"
Buenos Aires es una ciudad con toda clase de ruidos, desde gritos de protesta hasta el caos del tránsito. Ana Lío, directora del coro "Raíces" dice que cantar ayuda a no perder la esperanza por una vida mejor.
La encontré una tarde en su casa, casi a la vuelta del Congreso Nacional, silbando quedamente y pensé: “¿será cierto que la música siempre ha sido un refugio?” Su cabello rojo natural y el tono lánguido de su piel me hizo recordar la leyenda irlandesa, “Deidre,” aquella hermosa mujer que aceptó morir junto a su amado en vez de sucumbir a la tentación del poder.
En las venas de Ana no corre sangre irlandesa. A lo mejor sus antepasados entonaban cantares al atardecer mientras algún destello de sol iluminaba aún los mares de España.
-“¿Qué tal?”
-“Bien.”
-“¿Podemos hablar un rato?”
-“Claro.”
-“¿A qué se dedica?
“Bueno yo me dedico a la música desde los cuatro años de edad, cuando comencé a tocar el piano. Luego seguí con mi formación musical en el Conservatorio Nacional de Música Carlos Bouchard.”
-“¿Cómo fue su primera clase de piano?”
“Con muchas sorpresas y muchos miedos, pues yo era muy chiquita y estaba comenzando algo nuevo, de modo que en algunos momentos sentí sorprendida y en otros, miedo.”
-“¿Miedo? Pero tenía talento musical...”
“Sí, puede ser. Creo que en mi caso fue innato. Además, tenía una ventaja porque todos mis hermanos también tocaban instrumentos. Pero yo fui la única que terminó la carrera y a mí me gustó siempre hacer música. Durante toda la vida la música ha sido una pasión para mí.”
Me quedé fascinado mirando los dedos largos y finos de Ana. De pronto me acordé de una nota periodística que insistía sobre los lazos que unen la música con la matemática. No logré configurar mi pregunta, pero igual me contestó.
“La matemática tiene mucho que ver con la música, con la parte de la melodia, con el solfeo, y sobre todo con la armonia. La música es una materia muy abstracta y hay que entenderla y para entenderla hay que tener una percepción, es decir, una percepción innata. Es por eso que siempre se ha dicho que la matemática y la música se encuentran pero en mi caso particular...bueno, a mí me costó mucho la matemática pero no la música.”
-“¿Entonces qué será? ¿Una cuestión de sensibilidad?”
“¡Eso mismo! ¡Ja! ¡Ja! Me causa mucha gracia. Nada que ver lo árido que es un matemático, nada que ver con la personalidad del músico, pues, nosotros pasamos el tiempo pensando a qué sonido se parece el paso de un auto.”
-“La vida de un músico debe ser muy especial...”
“Claro. Yo viajo en un colectivo y hago ritmo con el pie, con la mano, cantando en voz baja, y a veces no tan baja, y no me importa porque es así, constante en un músico.”
-“¿Será como vivir vibrando?”
“Exactamente. Es como lo que sucedió con la música durante la época de oro, con Mozzart, con Hendel, con Bach, con todos ellos.”
-“Qué fascinante ha de ser!”
“Pero hacer música también es trabajar. Yo había estudiado cuatro años en un conservatorio particular, pero cuando entré en el Conservatorio Nacional tuve que comenzar desde abajo, del principio. Una vez que terminé con el Conservatorio comencé con el magisterio, para ser maestra, y me dediqué a la músico-terapia, y de allí a los niños con posibilidades o necesidades diferentes. Estuve en esa actividad como docente durante 25 años, dando músico- terapia a ellos.”
-“¿Cómo es el trabajo con los niños de necesidades diferentes?”
“Y...exige una metodologia especial, pues hay que trabajar socialmente, afectivamente, creando ritmo en el chico que por tener estas necesidades diferentes no puede expresar el ritmo en su quehacer cotidiano. Entonces hay que empezar desde cero, como si ellos fueron bebés, a través de la música, caminando, mediante la expresividad corporal, el poder cantar, el poder moverse haciendo cosas, usando algún instrumento como la flauta dulce, hacer danzas folklóricas, es todo una metodología individualizada, muy apartada de lo que se conoce habitualmente como la enseñanza musical.”
-“¿Se notan los cambios?”
“Sí, son brutales. Dejan de inhibirse, quieren expresarse, se emocionan cuando entre ellos no es común expresar sus sentimientos. Pueden llegar hasta crear melodías y cantos, abrir la boca y expresarse.”
-“Pero aparte de su trabajo con los niños ha formado un coro.”
“Bueno, sí, en el año 1986 con el advenimiento de la democracia empecé a formar coros. Actualmente el coro que dirijo se llama Raíces. Como sabrá, algunos coros se forman por el amor a la música. En otros casos, por motivos extra-musicales, por curiosidad o por las motivaciones que sean, para buscar amistades, pareja, compañía, por los viajes. Después están los que realmente quieren aprender...”
-“¿Su coro es popular o clásico?”
“Mi coro pertenece a la Asociación de Coros Populares de Argentina. Nos dedicamos a la difusión de la música popular, es decir, a través del coro tratamos de establecer un vínculo con el público, con la comunidad.”
-“¿Y los logros?”
“Los coros siempre han tenido una significación especial, empleando la voz como instrumento y de este modo se logran momentos realmente maravillosos y vibrantes. Eso se ve a través de los ensayos, dos veces por semana, en los cuales trabajamos para entrar luego en una sala y recibir el aplauso de la gente. Es algo muy bueno, maravilloso. Y además, como terapia alternativa: venir a cantar en un coro hace muy bien. Por eso se dice que cantar y reir sólo es un paso. No se trata solamente de estar entre gente amiga. Uno está para poder expresar a través del canto todo lo que uno a veces olvidó y tiene como asignatura pendiente. Y amén de esto yo siempre tengo muchas expectativas con el coro. Uno ve lo que puede lograr una persona que no es músico.”
-“Pero debe haber también algún momento de desasosiego.”
“Por ejemplo, cuando alguien no aparece por estar mal...cuando alguna vez alguien faltó a un concierto. Eso me pone muy triste, mal. Aunque pueda aparecer como insignificante, cada voz es muy importante en un coro. Pero después están los aplausos, como hace poco en un encuentro coral en Córdoba, cuando decían que el Coro Raíces era uno de los mejores que habían escuchado...”
“Ana, cómo hace uno para incorporarse al coro?”
“Llamándome al: 4372-9088 o escribiéndome analía@uol.com.ar
Me despedí de Ana sin pedir mi incorporación, porque...yo...¿cantar? Pero cuando subí al colectivo nuevamente, el recuerdo de sus palabras procuró servir como amortiguador de los ruidos de la ciudad. Mirando por la ventana a un montón de bolsas de basura abiertos por los cirujas, traté de hacer ritmo con el pie. No llegué a cantar. Eso sí: durante unos minutos pude olvidar el bombardeo financiero sobre Buenos Aires.
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Hebe -