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"Curupayty, el mapa no es un territorio," puesta en escena de la guerra contra Paraguay en el teatro Del Borde de Buenos Aires

"Curupayty, el mapa no es un territorio," puesta en escena de la guerra contra Paraguay en el teatro Del Borde de Buenos Aires

Tras cinco años de guerra la alianza de Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay terminó en una “victoria” que significó para el país vencido “la muerte de más de dos tercios de la población paraguaya, incluida la mayoría de los varones adultos, y la destrucción casi total del capital productivo nacional,” según Mariana C. Fassi en “Paraguay en su laberinto,” de reciente edición. “En su derrota Paraguay debía generar las divisas que le permitieran cumplir con las compensaciones de guerra. Concluía así su incorporación a la dinámica del capitalismo internacional.”

 Mediante un procedimiento de reconversión de documentos varios sobre "la guerra de la triple alianza" el director y dramaturgo Julio Molina ha puesto en el teatro Del Borde de Buenos Aires una ficcionalización del conflicto belico. “Tomamos la odisea del pueblo paraguayo en aquel genocidio pensando así: CURUPAYTY, el mapa no es un territorio,” dice Molina. Agrega: “Donde el pasado fantasmagóricamente testimonia lo que el presente genera como pensamiento dramático.”

 Molina logra un espectáculo de alto vuelo y de un realismo notable con la incorporación de actores paraguayos que hablan en guaraní. Es un espectáculo atractivo para los historiadores, pero también para los estudiosos del arte teatral, ya que los actores paraguayos logran comunicar con sus voces, sus cuerpos y sus almas. 

Funciones:                         Domingos 18 horas, Teatro Del Borde, Chile 630, 

                                        Ciudad de Buenos Aires Actores:      Mario Alfano, Lela Cabrera, Ana Giménez, Shirley Giménez, Fernando López, Odón Morán López, Eduardo Ramoni, Ñeco Recalde, Ana Laura Urso, Darío Valenzuela.

Reservas:                          4300 6201.

Informes:                           molina2590@gmail.com

Director y autor:                Julio Molina

Asistente de dramaturgia:   Lidia Epsztejn

 

Instrumentistas:       Rodrigo González / Manuel Sahores
Área sonora:            Manuel Sahores
Área visual:              Alejandro Le Roux, Ana Laura Urso, Julio Molina, Julio Suárez
Iluminación:             Alejandro Le Roux
Vestuario:                Julio Suárez
Asistente escenográfico: Mario Alfano
Fotografía:               Pablo Kalahat
Gráfica:                   Santiago Franzani
Prensa:                   Claudia Mac Auliffe
Asistente de dramaturgia: José María Lareo
Producción ejecutiva: Shirley Giménez, Ana Laura Urso y Julio Molina

Sería interesante volver a examinar las consecuencias sociales, económicas y culturales para vencidos y vencedores, ya que la historia del conflicto ha sido tratado con ceguedad. La guerra tuvo como uno de sus fines de destrucción de la única nación en la región que el capital extranjero no había deformado: durante el largo gobierno de mano dura del dictador paternalista Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) se edificó un desarrollo económico autónomo y sostenido que tuvo su apoyo más notable en las masas campesinas. Ni los intereses del capitalismo mundial ni los de las oligarquías dominantes en los tres países invasores estaban dispuestos a tolerar el camino independiente que asomaba diferenciar Paraguay de sus vecinos.

 Cabe agregar que cuando los invasores aparecieron en el horizonte, en 1865, Paraguay contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora; desde 1850, la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y balas de todos los calibres; en el arsenal de Asunción se producían cañones de bronce, obuses y balas; la siderurgia nacional, como todas las demás actividades económicas esenciales, estaba en manos del Estado; el país contaba con una flota mercante nacional; el Estado virtualmente monopolizaba el comercio exterior: la yerba y el tabaco abastecían el consumo del sur del continente; las maderas valiosas se exportaban a Europa; la balanza comercial arrojaba un fuerte superávit y Paraguay tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al capital extranjero; no debía ni un centavo al exterior, pese a lo cual estaba en condiciones de mantener el mejor ejército de América del Sur y el 98 por ciento del territorio paraguayo era de propiedad pública ya que el Estado cedía a los campesinos la explotación de las parcelas a cambio de la obligación de poblarlas y cultivarlas en forma permanente y sin el derecho de venderlas…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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