Fito Páez y las cosas raras que pasan en las democracias
Pasa algo raro cuando las palabras parecen perder su razón de ser, cuando blanco ya no es blanco y negro puede ser azul o amarillo y fascismo puede ser usado contra cualquier persona que opina diferente, cuando no se toma el tiempo de pensar en el significado de las palabras. Sucede a menudo cuando en realidad el contenido vale menos que la forma, cuando el envase vale más que el contenido, cuando el marketing establece los parámetros de los discursos públicos.
El cantante Fito Páez reaccionó con bronca luego de conocer que el actual intendente y empresario Mauricio Macri ganó ampliamente la primera vuelta de la elección en la ciudad de Buenos Aires y dijo que la ciudad se había convertido en “una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas. A la mitad de los porteños les encanta aparentar más que ser…da asco la mitad de Buenos Aires. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing.”
Los partidarios del intendente no tardaron en reaccionar, como si la opinión de Páez formara parte de la campaña política. Un abogado amigo de PRO, el partido de Macri, anunció que presentará una denuncia contra el cantante por ‘discriminación y/o xenofobia. Y el asesor PRO Alejandro Rozichner, respondió al cantante en el diario conservador La Nación cuestionando Páez por expresarse “de manera tan fascista, despreciando a quienes piensan distinto…”
Es decir, personalidades de clara raíz conservadora acusan a un cantante popular de fascista por expresar su bronca contra quienes votaron por la opción conservadora. Vale la pena aclarar que la mayor parte de los sectores de derecha, y muchos otros sectores, apoyaron a la dictadura militar de 1976 que empleó métodos manifiestamente fascistas: clausura de las instituciones democráticas, secuestros, torturas, desaparición de presos políticos…
Es cierto. En una democracia la voluntad de la mayoría impone su metodología en la organización política y administrativa, en tanto quienes opinan de otro modo acompañan críticamente al ganador y esperan la oportunidad de revertir la situación. Pero en las democracias modernas hay factores que fuertemente limitan el ejercicio de la democracia.
Por un lado una democracia exige un público educado, informado y en condiciones de analizar las diferentes opciones económicas, políticas, sociales y culturales. El sistema educativo y la organización social no favorecen el desarrollo de un pensamiento crítico de parte de la mayor parte de la población, por diversas razones vinculadas a la estructura social de la sociedad.
Además, son los medios de comunicación los que proveen al votante la información que necesita sobre el estado de las cosas en la sociedad y las opciones económicas, sociales y culturales. Sucede que la gran mayoría de los medios de comunicación están controlados por los grupos económicos dominantes y tienden a reflejar las ideas de los políticos del “establishment. “ Por ejemplo, la gran mayoría de los porteños leen Clarín, La Nación ó ven canales de televisión directamente ó indirectamente vinculados a su visión del mundo.
Pero quizás el factor de más peso que condiciona el funcionamiento de la democracia—en Argentina y en la mayor parte de los países—es el uso de marketing, la influencia de las agencias de publicidad, para asentar en la conciencia de los votantes percepciones que les pre condicionan a la hora de votar. Las agencias no solamente indican qué colores emplear en la campaña, cómo peinar el pelo, si poner una cara de poker ó una sonrisa, qué ropa poner, el tono de voz, si aparecer en la televisión ó en la calle, los eslogan; también le indican a los candidatos qué decir, cómo decirlo, los matices a emplear cuando el candidato habla con oficinistas, empresarios, trabajadores, desocupados, capitalistas, hombres, mujeres, ó inmigrantes.
Las agencias contratados por los candidatos contratan los servicios de sociólogos, antropólogos, economistas, psicólogos, politólogos, especialistas en locución, publicistas y otros a los efectos de diseñar la campaña de la mejor manera posible para ganar.
En el proceso, se diluye dramáticamente la ideología y la batalla por las ideas; en cambio se siembra el desgano, la confusión, el miedo y se multiplica el desconcierto; el mensaje se asemeja a una película de terror en la cual todos podemos estar seguros de que el héroe nos salvará al final.
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