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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

Caso Trimarco: ¿Peca la justicia de prejuicios sociales?

¿Actúa la justicia de un modo discriminatorio según la clase social de los enjuiciados? Contestar esta pregunta no sería simple y exigiría una profunda investigación. Sin embargo salta a la vista la dificultad que encuentran personas de limitados recursos defenderse, conseguir y pagar abogados, lograr que sus testimonios sean tomados en cuenta.

El caso de Susana Trimarco merece ser tomado en cuenta cuando surge el tema de la calidad de la justicia en Argentina. La mayor parte de los argentinos saben de casos de trata y secuestro y abuso de mujeres y niños, o bien por la información que desliza los medios masivos de comunicación o bien por otros medios.

Un punto clave en la discusión es la actitud que puedan tomar los jueces cuando se trata de testimonios de personas socialmente reconocidos y/o acomodadas o cuando se trata de personas sin recursos y sin ninguna clase de ancla en la estructura de poder.

Más a allá de su función específica, los jueces son personas con ideas propias—algún juez puede ser “progresista,” otro “ultraconservador.” En los casos que tienen que ver con la mujer, sus derechos, la violación, violencia  de género, secuestro y trata parece claro que no todos los jueces dan la misma importancia a los testimonios. No estamos en condiciones de opinar sobre el hecho específico de Marita pero algunos aspectos vinculados al caso deben ser tomados en cuenta.

“Cuesta instalar el concepto de trata en los sectores judiciales, es un concepto tabú y lo que suele ocurrir es que se identifica a la víctima cono prostitutas y de allí parten los prejuicios,” explica el ex fiscal federal de Mar del Plata Gustavo Rodríguez (Página 12, 13 de diciembre 2012).

Acordamos que en el caso de Marita, hija de Susana Trimarco, los jueces no encontraron crédito en los testimonios. Dice una de las víctimas, Fátima Mansilla, en una entrevista el 16 de diciembre en el mismo diario: “Los jueces no se han dado cuenta, más allá de todo, de que dándoles la libertad (a los treces imputados) han firmado nuestras sentencias de muerte. Para todas las chicas. Ellos van a quedarse tranquilos un tiempo y después nos van a hacer desaparecer una por una…”

Agregó que “todas las chicas que hemos estado en el juicio hemos dicho que vimos a Marita. La hemos visto en carne, hueso. Hemos visto la mala situación en la que estaba. Y ni así los jueces nos han creído.”

Se dice que el poder judicial debería ser independiente. Pero los hechos demuestran que a menudo y según el caso dicha independencia se vuelve turbia. Cabe preguntar además cómo lograr efectivamente la independencia del poder judicial.

Sobre el fallo en el caso de Marita afirma Sin Cautivas, la agrupación de Florencia Penacchi, desaparecida desde el 16 de marzo de 2006: “Intentamos explicarnos qué ocurrió en Tucumán. Es un juicio que llega muy tarde, en el que las víctimas son expuestas a relatar sus calvarios, y sus testimonios son desacreditados porque según los jueces no son prueba suficiente para juzgar a los acusados.”

Es decir, los jueces no tomaron en serio los testimonios. Fuera de los tribunales hay una realidad que casi nadie en el país puede desconocer—el secuestro, el trata, la violación, el negocio turbio de las casas de prostitución. De repente las víctimas pasan a ser victimarios y los victimarios acusados de algo sin fundamento.

Además: si hay trata hay negocio. El negocio de convertir a mujeres secuestradas o engañadas en materia prima para las casas de prostitución. Además, el negocio exige hombres dispuestos a pagar  por los cuerpos esclavizados.

Algo similar se podría decir, por ejemplo, de la droga o del contrabando de armas—sin compradores el negocio no podría funcionar.

Más allá del caso concreto de Marita, o de los muchos otros casos de trata a secuestro, cabe preguntar si parte del problema no sea en la persistencia de muy arraigados prejuicios: ¿Qué piensan los policías, los políticos, los negociantes de la prostitución, del rol de la mujer en la sociedad? ¿Qué piensa el hombre común? ¿Qué opinan los hombres poderosos de mujeres pobres e indefensas? Algunos seguramente tienen en alguna parte de sus corazones un machismo atávico y peligroso.

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