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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

En un país con resabios machistas, dos mujeres asoman como contrincantes...

Es cierto. No causó sorpresa la victoria de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales del domingo pasado. Hace meses las agencias de publicidad anunciaban la victoria de la esposa del presidente argentino, Néstor Kirchner, y adelantaban la probable aparición de Elsa Carrió como cara visible de la oposición.            

Más allá de las acusaciones de “robo de boletas” por casi todos los candidatos opuestos al gobierno peronista, quejas de algunos votantes asegurando que no encontraban en el cuarto oscuro las boletas correspondientes a los candidatos de su preferencia, y la evidente ventaja del gobierno que convirtió actos de gobierno en eventos de campaña, la victoria oficialista fue clara y contundente.            

También fue clara el escaso interés que el voto despertó en la mayoría de la población, tal vez por el actual “boom” económico o por la falta de una opción política-económica capaz de convocar el debate de los ciudadanos.             

La elección hizo trizas de la izquierda y la derecha y premió posturas eclécticas abarcando algo de los dos límites tradicionales de la oferta ideológica.            

Es más, la campaña se caracterizó por la falta de debate y la mayoría de los principales presidenciales no proponían nada muy diferenciado del menú oficialista.            

Cristina sacó  alrededor de 45% de los votos, mayormente entre las provincias y entre las capas de inferiores ingresos que históricamente votan al peronismo y  empleó  como estandarte la reducción en la pobreza—cercano a tres dígitos hace cuatro años y ahora un dígito y medio—y las figuras “chinas” de crecimiento.              

Elisa Carrió, voz rebelde que salió del viejo partido Radical (Unión Cívica Radical) en las tempestades que acompañaban el crash de 2001, juntó voluntades de izquierda y derecha y basó su campaña en una crítica de la forma de construir el poder del gobierno peronista, emerge ahora como la cara más visible de la oposición a Cristina. Su Coalición Cívica sacó el segundo lugar y se hizo fuerte en lugares urbanos, especialmente en Buenos Aires y Santa Fé.            

Pero tendría que medirse en Buenos Aires con Mauricio Macri, un millonario empresario y presidente del Club de futbal Boca Juniors, elegido meses atrás como nuevo intendente de la ciudad. Su orientación está claramente a la derecha de Cristina y Carrió.             Cristina tendría mayoría en las dos cámaras del Congreso, aunque las divisiones y deserciones políticas común en Argentina seguramente modificaría el plano político con el transcurso de los años y los futuros desafíos nacionales.             

Algunos de los temas que pueden llegar a enfrentar Cristina y Carrió incluyen qué hacer con la deuda externa—a pesar del pago que Kirschner hizo para al Fondo Monetario Internacional al iniciar su presidencia, la deuda sigue aumentándose astronómicamente; la galopante inflación; la manipulación oficial de los datos de INDEC (estadísticas y censo); la urgente necesidad de invertir en infraestructura energética; el fuerte desequilibrio en la distribución de ingresos; el espiral de violencia en las calles; los juicios vinculados a la violación de derechos humanos durante la dictadura; las relaciones con el MERCOSUR y con la presión de los Estados Unidos; las discusiones sobre qué hacer con la violencia doméstica y una posible ley de aborto.             

Cabe pregunta en fin si la presencia de dos mujeres en posición de poder—una en la presidencia, la otra en la oposición—significaría algún cambio con respecto a la manera de ejercer el poder en un país que sigue siendo profundamente machista. ¿Puede una mujer ejercer el poder de un modo diferente que un hombre? ¿Puede ella resistir la presión de las infraestructuras de poder, que casi siempre terminan tragando entero hasta las personas de mejores intenciones reformistas?

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