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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

Acerca del arte de comer a las 13 de la tarde en un pueblo de una provincia argentina...

     "D'Comer" puede aparecer como un producto comercial pero es un boliche al estilo gaucho, con horno a barro, techo de paja, mozos terriblemente neviosos y clientes que en general exceden ampliamente dos personas de peso normal. El lugar ha sido popularizado debido a la fama de uno de los clientes más fieles: el Doctor Cipriano Delgado, reconocido especialista en dietas no convencionales.

        Es el único lugar con señal de vida a eso de las 13 horas en este pueblo perdido en la Pampa. Será por eso que el hambriento viajero puede gozar no sólo de los insólitos gustos de los platos hundidos en aceite y grasa: el aire húmedo del boliche se llena más aún con la voz de un cantante tan ancho como alto y con y con menos pelo que el papá de los Simpson.

        En mi caso particular, digo, tuve que esperar tan sólo 43 minutos para probar las dos empanadas criollas, una arabe y una "machista." Esta última consiste de varios quesos, piqantes varios, cebollas y vaya saber qué otros ingredientes. No importa. Allí estoy yo, alto, flaco, enjuto, barbudo, marcando la música con mis dedos finos y echando gestos de displicencia al mozo. ¿Qué hacer en tales circunstancias? Miro, estudio el ambiente, saco conclusiones filosóficas y culinarias. 
    
       Las panzas de la pareja en frente representan una excepción a la regla: no luchan con la estrechez de sus remeras o camisas. Ahora bien, ellos llegaron 15 minutos después de mi entrada gloriosa: el hombre todavía en sus mocedades, ella con un destello de pasión acabada en los ojos. No es lo que importa en este relato. La parrillada que llegó a la mesa--carnes sumergidas en humo, el sonido tipo canto que resulta del contacto directo del intestino de vaca con las brasas--habrá pesado al menos 15 kilos: chorizo, gorduras de varios tipos que la mujer ponía en su boca con una mirada torva. Y eso sin mencionar el montón de papas fritas, la ensalada rusa, las empanadas, las tres botellas de gaseosa, y el vino tinto.

        Más adelante capté una situación insólita en mesa: una mujer con dos hijos de alrededor de 10 años y dos hombres (¿padres? ¿amantes?). Curioso: los dos hombres se dedican a castigar a uno de los hijos, los dos empleando el conocido método del bastón y la zanahorría. Poco importaba. El hijo respondía sacando sus garras, atacando primero uno de los hombres, luego el otro. La mujer, nada. Realmente daba a pensar. ¿Quién es el esposo, el padre? ¿O son dos? A lo mejor son agentes de Ben Laden, investigando el terrendo en Nono.

    Pronto el chico subió arriba de la mesa.
    --¡Dejá de joder! (Creo que la frase fue lanzada por el padre de lentes de metal)
    --No me da la gana.
    Entonces, los dos hombres lo levantaron y lo llevaron hasta la calle, mientras el cantante suspiraba "Mi Tucumán querido." Yo, la verdad, perdí la pista de esa familia tan especial porque noté que el mozo comenzaba a volar. ¡Sí! (A cualquier mesa menos la mía) Te juro. Lo ví con estos ojos de observador nato. Volaba como una mosca, mejor dicho, como un mosquito. Pero la velocidad no le ayudaba mucho cumplir mejor con su tarea. Por ejemplo: trató de cobrar a una pareja lo que le correspondía a otra; rompió alrededor de tres vasos; sudaba océanos de liquído y si mal no me recuerdo en un momento descansó su trasero sobre la mesa de dos gordos (el hombre de 200 kilos, la mujer, 199km) y empujó a su boca ancha lo que quedaba del montón de carne asada.

      ¡Pobre vacas! Pensaba yo. En realidad lo que me preocupaba era mis tres empanadas. Pero la historia terminó bien. Creo. En fin, nada es seguro en este mundo. Llegaron las empanadas. Cuando fui para pagar, el mozo no estaba y me explicaron que tendría que esperar, pues el hombre tenía un asunto pendiente conmigo. ¡Poca cosa! Entonces, me acordé de mis técnicas de vuelo aprendidos en mi juventud y lo alcancé en medio del aire, entre el techo de paja y mi maldita mesa.

    --¿Me cobrás?
    --Sí, tenga paciencia.
    --Paciencia tengo pero me hace esperar 43 minutos para comer y ahora van 15 para pagar...
    --No seas bribón...
    ¿Yo bribón? No creo que el término sea el más adjustado a la realidad. Eso sí: D'comer es ciertamente un refugio interesante para aquellas personas de salud quebrada, con alta presión arterial, doloridas debido al artritis, todas aquellas personas que deben masticar muy bien cada pedazo de alimento.


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