Mamá estoy en un agujero negro...¿Qué hago?
--No veo nada, Mamá estoy en un agujero negro...¿qué hago?
La madre escucha con paciencia incaíca, piensa, deja caer su laptop, recoje el choclo de la tierra humecida, pasa un pañuelo Johnson y Johnson por su sudorosa frente y organiza su repuesta, palabra por palabra.
--No importa, niño, al final de cada nebulosa negra siempre aparece un rayo de luz. Si todo fuera negro...
--Pero Mamá aquí no, aquí no veo ninguna luz, no miento, no hay nada, todo es negro...ni tu cara veo.
--Entonces hagamos una cosa: te leo un cuento, un cuento que cuenta el nacimiento de la luz.
En realidad la madre no leía el cuento: lo contaba, pues ella tampoco veía nada.
"Una vez no había nada de luz. Todo se encontraba en la oscuridad más absoluta. Todo era como un enorme agujero negro, sin fin, sin comienzo, sin razón de ser, como el carbón, como los cuervos, como las ovejas negras, como la noche sin estrellas, sin luna, sin luz, todo apagado..."
--¿Y qué pasó?
--Nada, niño, pero nació una hermosa luz brillante, blanca, pura, en la fracción de una fracción de un segundo.
--¿Por qué nacio?
--Nació porque el cuento cuenta como nació la luz y nació de la nada, de la oscuridad más absoluta.
--¡No entiendo!
--Tal vez no. ¿Pero al escuchar el cuento pudiste imaginar la luz?
--Sí, sí, claro, Mamá, claro que sí.
--Si puduste imaginar la luz, sin lugar a dudas ella existe. Ahora salí de ese agujero sucio...¡tu cena está sobre la mesa!
--¡Qué rico! Veo hasta el helado de vanilla!
--Has dicho la verdad, niño, hay que usar la imaginación. De lo contrario, todo se presenta negro, oscuro, sin forma, como si nada existiera. ¡Con la imaginación inventamos el mundo!
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