Jorge Videla, un dictador que no cambia su libreto
Poco antes del golpe militar del 24 de marzo, 1976, un chico argentino que estaba haciendo el servicio militar obligatorio comentó: "Videla es un místico, va a tomar el poder." Tuvo razón. General Jorge Videla fue la cabeza visible del asalto militar que hundió definitivamente al tambaleante gobierno civil de Isabel Perón. Poco después de tomar las riendas del poder, Gen. Videla anunció que tendría que morir la cantidad de personas "necesarias" para asegurar las instituciones y el estilo ocidental y cristiano de vida.
Ayer, a un mes de cumplir los 85 años, luego de dos años de prisión y bajo juicio acusado de acciones de lesa humanidad, Videla dijo: "Asumo mi responsabilidad en la guerra interna librada contra el terrorismo subversivo, mis subordinados se limitaron a cumplir mis órdenes somo comandante en jefe." (Página 12, 6-7-2010)No cambió en absoluto su discurso. Los máximos oficiales de las Fuerzas Armadas siempre justificaron sus acciones, aduciendo su misión de "salvar" al país del "terrorismo subversivo," sin reconocer que sus propias acciones (secuestros, torturas, asesinatos...) fueron acciones terroristas en las cuales el Estado actuaba como represor.
El ex jefe militar del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, también juzgado por crimenes de lesa humanidad, tampoco rectificó su libreto: "los terroristas marxistas que, conducidos desde el extranjero, asaltaron la República porque no creían en nuestras instituciones democráticas, ahora aprovehcan, se refugian y usan esas mismas instituciones democráticas para juzgar a quienes las defendimos."
Es decir, los dictadores pretenden que son ellos los que "defienden" la democracia. Que los métodos aberrantes se justificaban ya que se empleaban contra "terroristas," "subversivos" o "marxistas conducidos desde el extranjero." Un argumento increiblemente simplista, criminalizar al enemigo para castigarlo con métodos aberrantes, el fin justifica los medios. Según el testigo Fermín Rivera, ex preso político, el General Juan Bautista Sasaiñ, les dijo a los presos: "Están todos condenados a muertre, pero no se hagan ilusiones: van a morir lentamente, de uno en uno." (Página 12, 6-7-2010)
Bajo la dictadura alrededor de 30.000 personas fueron "desaparecidas," entre militantes de izquierda, Peronistas, Radicales, dirigentes sindicales, periodistas, escritores, profesionales, religiosos, negociantes y personas que simplemente fueron secuestradas por figurar en el agenda de algún detenido, por tener un aspecto "sospechoso." Para ellos la justicia no existía.
El enojo de los represores es grande porque ahora algunos de sus enemigos están en el gobierno o en otras posiciones importantes, en tanto que es la justicia bajo un gobierno democraticamente elegido que ha puesto los militares acusados de crimenes en el banquillo. Pero los golpes militares y las dictaduras siempre tienen sus apoyos en sectores civiles, en empresas, en los medios de comunicación, en iglesias, incluso en partidos políticos...
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