"P-82, crónica de una desaparición y el despertar del alma" relato de Giustino Carrea sobre su secuestro durante la dictadura militar argentino
“Hoy, exactamente a veinticinco años de mi secuestro, tiene mi alma la necesidad de volcar en estas páginas treinta y ocho días entre el infierno de los hombres y el cielo de la fe,” dice Giustino Carrea. Nacido en Italia, llegó a Argentina a los dos años de vida, se recibió de ingeniero y cayó en las garras del terrorismo de estado que se instaló a partir del golpe militar de 1976.
Padre de familia y profundamente enamorado de su esposa, pasó por imaginables torturas y mal tratados, arrastrado por tres campos clandestinos de detención, entre ellos cree que estuvo en “El Banco” en “El Olimpo;” pero descubrió que a través de la meditación, rutinas de respiración y la conexión con las fuerzas afirmativas del universo pudo salir de su cautiverio sano y en retomar la senda de su vida.
En “P82, Crónica de una desaparición y el despertar del alma” relata con simpleza estilística y profundidad espiritual el día a día en manos de torturadores anónimos: encadenado, golpeado, insultado, solo, encapuchado, mal alimentado, su cuerpo llena de las llagas de la electricidad.
“El sonido del despertador me dice que es hora de levantarse,” escribe en “El día anterior,” “a mi lado aún entre dormida, mi amor, con su imagen de niña angelical, y sus bellas formas de mujer…”
El 11 de agosto de 1976 llegan a la puerta de su casa hombres parapetados con todo tipo de armas, fusiles, pistolas…y lo tiran al suelo, lo “tabican,” ponen una cuerda por su cuello y lo llevan. Ya no es Giustino Carrea. Es P-82, significaba suprimir el nombre real para anular la identidad del preso. A los golpes lo mandan sacar la ropa, lo arrojan sobre una plancha de metal, lo estaquean, comienza el interrogatorio, las descargas de electricidad estremecen todo el cuerpo.
El segundo día emplean los mismos métodos, pero Giustino dice: “¡Cómo me lastiman estos gritos, más que la picana!” Lo quieren asociar a hechos sobre los cuales nada conoce, lo quieren quebrar física y mentalmente pero no quiere darles el gusto.
Reproduce así, de memoria, las torturas y los diálogos con sus represores durante los primeros días. Carrea no se quiebra. Siempre niega con dignidad y cortesía todas las acusaciones.
Poco a poco el preso comienza a entender que pensar el día a día con terror (real, por supuesto) no hace otra cosa que abrumar: “debo acallar mi mente, necesito sentir mi alma.” Se recuesta sobre el cemento, pone los brazos sobre su pecho en forma de cruz, intenta armonizar su respiración, lo más suave y profundo posible, deteniéndola en cada aspiración y en cada exhalación. Comienza a entender que las ideas en su cabeza—a raíz de las espantosas torturas—generan culpa, angustia y mayor sufrimiento.
Entonces pasa lista de los elementos que conforman su cuerpo, los puntos de dolor: los dedos de los pies, los tobillos, las piernas, los muslos, la cadera, la cintura, la espalda, los hombros, el cuello, la cabeza. Trata de aflojar cada parte de su cuerpo, luego practica la rutina de respiración, dice que la realidad es la que es, no la que quiere que fuera. Descubre la importancia de diferenciar claramente su mente de la mente universal, es decir, la fuente de sabiduría y creación, la mente del Creador, pues en medio de las torturas más aberrantes concluye que los sentidos de los hombres muestran una realidad absolutamente parcial. Ir más allá de esa realidad es la forma de resistir.
Contempla la evolución humana. En la primera etapa el hombre mezcla sus sentimientos de miedos y agresividad: es el primer instinto, de lucha-huida, que ha servido para sobrevivir. Aparece la competencia, el poder, el segundo instinto: uno dice que el mal está en el otro, en nombre de Dios el hombre comete los actos más atroces e irracionales. Después nace el tercer instinto, dice el autor, la búsqueda de armonía y paz. Cuando uno comienza a utilizar la parte desaprovechada del cerebro, aparece el cuarto instinto, el de la creación.
Y de este modo la evolución procede hasta el quinto instinto, la intuición-percepción y de allí el alma que puede abarca todo el entorno y se alimenta de Dios, vive en comunión con Dios.
El día treinta y ocho sacan las esposas y la venda, lo meten en un coche y lo largan diciendo: “Caminá, no te des vuelta o te liquidamos.” Lo encuentra un taxista. Lo lleva a su casa: “Mi mujer corre para caer en mis brazos, no podemos hablar, sólo el lenguaje de las manos quiere comprobar que es esto real, que estamos muntos, no podemos emitir palabra alguna…”
“Crónica de una desaparición y el despertar del alma” fue presentado en la Marathónica de Poesía y Narrativa de Mar de Ajó, del 7 al 9 de noviembre 2012. Contacto:
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