Horas antes de su boda, Luisa huye a un destino incierto...
El reloj en la iglesia Santo Domingo marcó las 11:40 de la mañana cuando, ante el asombro total de amigos, parientes, el cura y sobretodo de su novio, Luisa se liberó de todos sus vestidos, incluso el corpiño bordado por la abuela Mirta, y con una leve sonrisa huyó hacia la calle Caseros, atrayendo las miradas atontitas de todos. No fue una decisión abrupta. Fue planificada en todos sus detalles, si bien luchaba hasta el última minuto con una persistente duda. Luisa amaba su comprometido, Angel Vargas, de eso no dudaba, pero más amaba su propia libertad. Sabía que algo de esa libertad iba a perder tras la boda, tras la luna de miel, tras el grito del primer bebé, tras la primera discusión con su esposo. Entonces, necesitaba un acto libertario. Una acción decidida, de voluntad propia, sin consultar a nadie, sin contemplaciones filosóficas, religiosas, sociales. Una acción limpia, contundente: desnudarse, dejar los hermosos vestidos blancos en el baño de la iglesia, marcharse con la cabeza bien alta, sin mirar para atrás, avanzar hacia un destino incierto.
El estimado lector ha de saber que los relatos que el escritor puede organizar en su mente nacen en un entorno social en el cual la realidad siempre se confunde con la ficción, y al revés. Habrá el amble lector de saber también que una acción planteada siempre busca un destino, como el agua, como la luz. Una acción se plantea y luego tomo su propio camino, los personajes se liberan del autor y el resultado es un incógnito, tanto como la vida misma.
1 comentario
Fabiana -
que me lleva a liberar
la indecición.