"La carta," un cuento de Amaranta Guevara García para el concurso de Jaquematepress
Cae la noche, la letra es liviana y fluida, la gata descansa, como es habitual, en la mecedora de esterilla que mi abuelo hizo con sus propias manos de artesano. Tengo que terminar la carta para Rafael y por suerte mi mano va a la velocidad de mi mente, esta vez. Cada tanto doy un vistazo a la habitación. Me siento algo angustiada, la soledad no es siempre mi mejor compañera. Lo que me empuña el corazón nada tiene que ver con estas líneas que mañana leerá el hombre a quien más he amado en mi vida. Pero a veces con el amor no alcanza. La decisión ya está tomada. Al tiempo que bebo un sorbo de café amargo en mi taza de cerámica verde con detalles de flores, veo que mi gata Sofía baja de su cómodo asiento y se acerca a la estufa de leños. Permanece allí parada tan quieta y ausente como una estatua de jardín. Apoyo la lapicera sobre la carta y acomodando mis codos a modo de caballete descanso mi rostro sobre mis manos entrelazadas y me acuerdo del “Chueco García”, un gallo dócil que tenía mi abuela paterna cuando yo era muy niña y al que podía acariciar y tomar en mis brazos como si fuera un mamífero. Recuerdo el día que mi abuela Pierina nos escribió anunciándonos la fatal noticia de la muerte del “Chueco”. El verano que le siguió a su deceso fuimos de vacaciones a su casa en el Gran Buenos Aires -un conglomerado de chapas acanaladas que parecía importado del barrio de La Boca. Al darnos la bienvenida entre cosquillas, besos y abrazos me había dicho: “tengo una gran sorpresa mi querida Camila, ve a la habitación grande y fíjate sobre el escritorio, ni te lo imaginas”. Me guiñó un ojo y me regaló una sonrisa dulce como las rosquillas de anís que solía preparar. Corrí entusiasmada y abrí la puerta de doble hoja de la habitación adornada con cortinas de hilo blanco de algodón tejidas al crochet y cuál fue mi sorpresa cuando sobre el escritorio, junto a un vaso de porcelana blanca con flores de plástico vi al inmutable Chueco García, con la vista perdida en un rincón de la habitación como un poeta enamorado. Corrí hacia él y me llamó la atención la capacidad que tenía para quedarse inmóvil ante mi presencia. Lo observé de cerca -su plumaje multicolor parecía de seda- y le chisté, le soplé sobre su carita y ante la inmutabilidad del ave el recuerdo cacheteó mi lapsus mental al considerar que el gallito ya había muerto en el invierno. Comprendí entonces que mi abuela había caído otra vez en la manía del embalsamamiento de las mascotas. Ella se acercó por detrás de mí y me dijo: “¿te gusta? lo preparé para ti, para que lo sientas cerca como si estuviese vivo”. La miré con los ojos embarrados de lágrimas y la abracé perdiendo mi rostro en su regazo.
Ahora miro a mi gata y la llamo por su nombre para que se mueva y poder espantar así aquel recuerdo turbio. Sofía gira su cabecita y me mira con unos ojos amarillos, enormes, de pupilas bien dilatadas. Eso me tranquiliza. Mis hijos me dicen siempre que son muy felices con mi grado de locura y que si hay algo que recordarán de mí cuando ya no esté, será esa capacidad de hacer de lo cotidiano algo mágico que los deja riendo como enajenados. Entre esas locuras está el hecho de que desde que tenemos a Sofía yo inventé una voz para ella, de tal forma que habla cuando lo deseo con una vocecita aguda y simpática que va cambiando de tono de acuerdo con el mensaje que desea transmitir -o deseo transmitir. Mis hijos se divierten haciéndole preguntas a “La Colo” -como suelen llamarla por el tono rojizo de su pelaje- y al escuchar sus respuestas salidas de mi boca. A tal punto llega esta desprolijidad de mi conducta que ellos ya tienen asumido que la gata “habla” y cuando lo hace la miran directamente a ella ignorando mi presencia. Cualquiera podría decir que la película “Psicosis” al lado mío es un bello poroto por germinar.
Esta noche estoy sola, bueno, con Sofía a la que le falta un cromosoma para ser humana. Estoy casi por terminar la carta; la releo y me siento satisfecha. Si al leer estas líneas Rafael sigue sin comprender nada, lo lamento mucho por él. La firmo y la dejo sobre el escritorio. Me apoyo con la espalda cansada sobre el mullido respaldo de la silla y siento un murmullo como de niños conversando. Intento apuntar con mi mejor oído para definir lo que llega a él. Sí, alguien conversa cerca de la biblioteca a la que no puedo ver en su totalidad porque la tapa una pequeña pared divisoria sobre la que se ven pequeñas y variadas cajitas de colección, una de mis manías. Me pongo de pie siguiendo el rumor, me asomo por la pared y veo a Sofía observando los libros como si fuera a elegir uno para leer. Me acerco y le acaricio el lomo. Con un ronroneo salta a uno de los estantes y clava sus uñitas en un libro. La espanto para evitar que dañe la tapa del mismo y ella baja y se para junto a mí, expectante. Le pregunto sonriendo qué quiere, sabiendo que no me va responder porque la dueña de su voz soy yo. Ella hace un paseo de sus ojos desde los míos hacia el libro y viceversa. Decido tomar el ejemplar. Es un libro de poemas variados, pero no un simple libro: es un compendio de poemas de distintos autores que yo había regalado hacía un año a Rafael. ¿Qué hacía en mi biblioteca?. Lo hojeo, leo la dedicatoria: “a mi pequeño gran amor que me pintas con tus ojos mi alma, con tus dedos mi cuerpo y con tu lengua mi todo (puntos suspensivos) Camila”. Leo algunos versos algo nerviosa y decido cerrarlo y regresarlo a su sitio pero “La Colo” maúlla suavecito, como siempre suele hacerlo cuando lo considera estrictamente necesario, y me clava las uñitas en la pantorrilla: desea expresarme algo. Por pura intuición tomo nuevamente el libro y de entre sus páginas cae un papel muy bien doblado. Lo levanto, lo despliego y comienzo a leer: “Querida Camila, espero que cuando leas estas palabras, ya me hayas olvidado y no me odies. No sabía cómo decírtelo, pero el amor no es suficiente. Decido alejarme definitivamente de ti. Lo nuestro fue hermoso mientras duró pero no soy capaz de amarte como lo necesitas. Habitamos mundos ¡tan distintos! Te amo de una forma que no aceptarías nunca, pero te amo, te quiero de una manera muy especial. Por respeto a ese amor debo irme. Sé que estarás bien. Te sorprenderá haber encontrado esta carta en este libro. Pero es que siempre te gustaron este tipo de juegos entre nosotros. Como al igual que tú creo en las causalidades sé que muy pronto la encontrarás, ni un minuto antes ni uno después. Bueno, te dejo ya. Me despido con un beso, llena mi mente de gratos recuerdos, llena mi boca del sabor de tu piel. Algún día entenderás el por qué de mi partida. Te amo, en verdad, te amo: Rafael”. Pero la carta no terminaba allí, más abajo como si en un momento de apuro hubiese querido agregar algo, escrito con otro color de tinta decía: “disculpa mi desprolijidad pero debo contarte algo que me acaba de suceder. Cuando llegué a tu casa no estabas, entonces se abrió la puerta y sólo vi a tu gata mirándome fijamente. Decidí entrar y si te digo algo no me lo vas a creer, pero me dio la sensación de que ella me dijo: “hola Rafael”. Cuando me dirigí a la biblioteca para dejar el libro el animal me siguió y se detuvo junto a mí. Me clavó una de sus garritas en mi pantorrilla y te juro que me pareció verla sonreír. Sus ojos eran tan negros que me asustaron. En este momento en que te escribo estas líneas apuradas ella me está mirando casi con soberbia y te puedo asegurar que me acaba de decir: “adiós Rafael”. Dirás que estoy loco, pero yo sé muy bien lo que escucho. Bueno Camila, jamás te olvidaré, besos y más besos”. Caigo de rodillas en el suelo y me desangro en un efluvio de lágrimas, ira e impotencia. Siento la intoxicación de la adrenalina en mi cuerpo, que no fue suficiente para llegar primero a romper la cinta. ¡Yo soy la que decido terminar con la relación, la que siento tedio y ganas de otra cos! La clarividencia de una derrota al ego me obnubila la mente, el alma, el espíritu. Sofía coloca su patita en mi cabeza y yo me refugio en su pancita al tiempo que escucho: “sabía que te iba a dejar, no sufras por él, es una vil rata”. Levanté mi rostro para mirarla a través del manto de agua salada, sin comprender y no pude decir ya nada.
Son las cuatro de la madrugada, despierto en el mismo sitio en donde la carta de Rafael me venció. Estoy cubierta con una manta de alpaca marrón, la que suele estar a los pies de mi cama en el piso superior. Miro a mi alrededor algo confusa. Me incorporo despegando de mi cara los cabellos adheridos por el llanto ya seco. Me acerco a mi escritorio. La carta para Rafael está rota en varios pedazos. Una hoja limpia, de un blanco inmaculado espera a perder la virginidad de su vacío con palabras nuevas. Alguien la colocó allí. Miro hacia la mecedora y Sofía me observa. Bajo la vista a los papeles rotos y descubro en uno de ellos un rasguño importante y algunos pelos colorados. Vuelvo a mirar a mi gata, ella bosteza largamente, pestañea y continúa durmiendo. Caigo abatida en la silla y veo mi reflejo en la ventana. Las gotas de una lluvia fina puntean los vidrios. A lo lejos se escucha el canto de un gallo. Recuerdo al Chueco García nuevamente. Ese grito negado tres veces por Pedro me lacera el corazón. Es como el canto de aquel ciego que tocaba el arpa a la entrada de la iglesia el domingo anterior y que al pasar junto a él cantó: “y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata porque amores que matan nunca mueren”, el estribillo de mi canción preferida de Joaquín Sabina.
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Nombre: AMARANTA GUEVARA
SOY PROFESORA DE CASTELLANO Y LITERATURA RECIBIDA EN EL EL INSTITUTO SUPERIOR "JUAN XXIII" DE LA CIUDAD DE BAHÍA BLANCA. PARTICIPO DEL TALLER LITERARIO "DE LA LECTURA A LA ESCRITURA" A CARGO DE LA SEÑORA LETICIA MARCONI. SOY SOCIA DEL CÍRCULO LITERARIO PUNTA ALTA. PARTICIPO ACTIVAMENTE EN LAS REUNIONES DE LA PEÑA LITERARIA "13 DE JUNIO", TAMBIÉN DE LA CIUDAD. PARTICIPÉ EN LOS ENCUENTROS "MARATHÓNICA PUNTA ALTA 2008" Y MARTHÓNICA MAR DE AJÓ 2008". EN ESTE ÚLTIMO ENCUENTRO DI UNA PONENCIA TITULADA "TIEMPO, PALABRA, SENTIDO. EL COMPROMISO DEL ESCRITOR EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN MUNDO MEJOR", JUNTO A LA ESCRITORA SONIA HEGEN. ESCRIBO POESÍA Y CUENTOS CORTOS. ME GUSTA MUCHO LA PROSA POÉTICA. FUI ACTIVA COLABORADORA EN UN GRUPO DE AUTOAYUDA PARA CUYOS INTEGRANTES ESCRIBÍ CUENTOS FANTÁSTICOS QUE TUVIERON MUY BUENA ACOGIDA. PARTICIPO EN FOROS DE POESÍA Y NARRATIVA.
TELÉFONOS: 02932-430392 / 02932-15507931
e-mail: amaranta_4@hotmail.com
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