Pepito y Chacho, los huesos, los dolores, la vida y la muerte
Pepito es un tipo que parece saber del tema: alto, enjuto, pecho hundido, pelo escaso y enmarañado, voz del siglo pasado. Su compañero, Chacho, panzón, ojos hundidos y a la vez sibaríticos, barbiblanco apiñado, andar inestable, lengua bien aceitada. Están tomando vino tinto, Toro Viejo, ya van por la segunda botella, en el bar "Vieja Covacha" de la calle Juan Domingo Pelasgos. Es Pepito que toma la palabra.
--Nunca entendí hasta ahora.
--¿Qué cosa?
--El dolor, las penas, los sufrimientos...los egaños, la traición...todo parece tan falso...
--Más vale tomar nota ahora. No te quedan muchos años más para estudiar el tema.
--Ya sé. Pero: ¿por qué?
--¿Por qué? Es así la cosa. Habrá sido el plan de Díos...o la Naturaleza...
--¡Un plan para sufrir!
--Es que sufriendo uno aprecia más la vida sana.
--¡Ja! ¡Ja! Bueno, qué sé yo, tal vez sea así en el amor. Cualquiera sabe que la primera vez duele. Después se hace rutina, si lo tenés, y si no lo tenés duele por no tenerlo.
Y seguían hablando de esa manera mientras la tarde se hizo noche y la noche madrugada. Menos mal que la "Vieja Covacha" no cerraba nunca sus puertas. Pero la situación comenzó a causar cierta preocupación. El mozo no sabía si negarles otra botella o darles una patada en cierta parte de sus viejos cuerpos. Ahora no hablaban: gritaban, escupían al piso, sus rostros convertidos en espejos reflejando dolores, aflicciones, pesadumbres, desconsuelo, tormentos. Chillaron, se quejaron de la política, de la falta de sexo, de los huesos desgastados, de los nervios, de la guerra, de la manipulación de los medios de comunicación, de la comida enlatada, de la poca plata que recibían por sus jubilaciones, del por qué de la existencia misma.
--Quiero morir.
Fue Pepito nuevamente.
--Y, mi amigo, no hay que apurar los tiempos.
--¿Por qué? Si quiero morir, lo hago, nadie me puede decir que no puedo morir.
--Y...la iglesia, unos cuantos más, el gobierno, además siempre hay una mañana y no hay forma de saber si será mejor o peor...
Entonces, Pepito abrazó a Chacho con una fuerza inusual y murió. Cayó por etapas al piso y murió. Chacho se tumbó sobre el cuerpo de su compañero y con el grito "¡esperá, no te vayas!" su energía vital se fue apagándose de a poco ante los ojos extraviados del mozo de la "Vieja Covacha." Un silencio celestial--perdón por la metáfora--se apoderó del lugar. Y sin embargo en el aire algo extraño había, como sí los muertos no eran tan miuertos.
--¡No está tan mal!
--En realidad, me encanta.
El mozo buscó alrededor del boliche, como tratando de ver la fuente de algún sonido. Después, con un leve movimiento de los hombros, salió rumbo a su casa.
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