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Buenos Aires Jaque Press, en inglés y español

"Una mañana distinta," cuento de Nilda Deluca para el concurso Jaquematepress de Cuento, Poesía y Ensayo

Mirta visitaba a su hermana todos los días.Tenía que ayudarla, la depresión hacía estragos en Raquel, una mujer muy sacrificada.Un ser imprescindible, eso creía hasta que los años se acumularon y se sintió sola, sin poder dar ni recibir el amor que carcomía sus entrañas con un peso muy grande en su espalda.

Mirta,llena de ternura, aunque abatida por el gran esfuerzo que día a día sumaba a sus propios problemas, se prometió a sí misma lograr que su hermana luciera el mejor vestido o el que más le gustara. Intentaría hacerle dar los primeros pasos, después de dos meses en cama.

Todos los días al entrar, escuchaba a Raquel repetir con un hilo de voz:

-"Espero la muerte, aquí tengo frío y miedo".-

Por las noches Raquel era atendida por Rosa(una enfermera jubilada, con hijos y nietos dependíentes de su

trabajo) que muchas veces estuvo a punto de renunciar,por la forma en que la trataba Raquel,quien frecuentemente le decía con una voz que transmitía cierto eco, frases que la asustaban,como por ejemplo:

-"La muerte tocará con sus alas a cualquiera que se atreva a entrar"-.

Rosa se persignaba ante esas manifestaciones delirantes de su patrona que la hacían sentir mal.Dieron las ocho y después de servir el desayuno recogió su bolso y se retiró.

Era una hermosa mañana. Mirta corrió totalmente las cortinas. Raquel se cubrió el rostro y comenzó a reclamar a su hermana la oscuridad.

- ¡Basta de caprichos! -dijo Mirta con vos firme pero sin gritar.

- No son caprichos ¿no sabes que me acerco al precipicio? Me gusta y me atrapa, tengo ganas de volar.

- ¡El baño está listo!... ¡arriba sin protestar! -ordenó Mirta.

Raquel se sentó lentamente en el centro de la cama, se acarició los brazos, se destapó y pidió ayuda.

- ¡Mirta ven! mis alas no permiten pararme, ¡ayúdame!

- ¡Vamos! deja de decir incoherencias. ¡Párate! ¡qué alas ni alas!

La ducha tibia, recibió de Raquel una tierna canción.

- Listo ¡sécate bien! -dijo Mirta. Le colocó la bata y la llevó hacia el placard. Allí le preguntó: ¿Qué eliges para esta mañana tan soleada? Iremos a caminar por el jardín ¿Qué te parece?

Raquel tomó el vestido estampado de diferentes tonos pastel. Su figura magra, elegante, no había cambiado.

Ese vestido lo conservaba impecable. Con él cruzó el puente que la llevó al verdadero amor. Raquel nunca había contado su historia, hoy sería el día clave, el de la confesión, veinticinco años que guardaba el secreto.

- Mirta, tengo que decirte algo muy importante.

- ¡Qué bueno!... voy a buscar el cepillo y mientras peino tu cabello, me cuentas, ¿eh?

El cabello de Raquel recibió las rosadas cintas que Mirta cruzó con suaves movimientos, entrelazando una hermosa trenza.

Raquel comenzó a mirar fijamente el espejo alunado que había en el interior del placard, parada frente a el, sin temores.

Su hermana le dijo entusiasmada:

- ¡Empieza a contarme lo que prometiste!

Raquel entró en un clima subyugante.

- Te va a asombrar mi historia. Hace veinticinco años que guardo este secreto. Por esos tiempos, yo estudiaba en Nápoles, ¿recuerdas? y me enamoré por única vez de un profesor de ciencias. Mis 24 años respiraban todos los aromas, mi tacto recibía sin quemarme el calor de la hoguera, mis ojos veían un manantial de colores, la bella canción de Doménico Modugno, me inclinaba al beso inmaculado. Todos mis sentidos llegando al éxtasis.

Se llamaba Elio, era casado y tenía dos niños. Uno de ellos con deficiencias neurológicas. Me enseñó que el amor se siente pocas veces y no lo debemos dejar escapar. "Abandonaré todo"- me decía, "me iré contigo, mi deseo es que vivamos juntos".

Raquel suspiró dándose tiempo para reordenar sus recuerdos y luego prosiguió:

Esa tarde de Agosto, con las manos colocadas sobre nuestros corazones, y mirándonos a los ojos, comprendimos que sería una locura, una actitud que, con él tiempo nos reprocharíamos. Con dolor y amor nos separamos. Pasados unos meses y con un embarazo avanzado, lo llamé. Acudió muy contento, vaya a saber que esperaba de mí aquella tarde. Su sorpresa me causó más amor aún. Le expliqué la situación y comenzó mi pedido:

- Te pido que cuando nazca el bebé seas tú quién lo cuide y lo tenga. Yo llevaré por vida mi resignación.Será un niño feliz a tu lado y seguramente aceptado por tu familia. En cambio, en mi pueblo esperan a la joven estudiante, y causaría mucho dolor a los míos, no entenderían que el amor no se calcula, se siente. Estas cosas suceden sin entenderlas. "Te prometo que tú serás el amor de mi vida".

Mirta la escuchaba, emocionada y atónita. La veía palidecer lentamente.

Con voz suave, Raquel le explicó:

- Mirta busca mi pequeño arcón, allí hallarás mis recuerdos, ¡te quiero mucho! ¡muchas gracias, por tu amor, y perdóname por tanto dolor! Mi hija, por el deseo de su papá, se llama Raquelita, como yo, él me llamaba así.

- Raquel ¿te sientes bien?... es muy fuerte lo que me estás contando.

- No te preocupes mi querida hermana, estoy como nunca. ¿Lo ves? ¡Ahí está! del otro lado del espejo. ¡Volaré! mis alas tienen fuerza. ¡Cantemos, ayúdame por última vez!

- Raquel ¿que te pasa?

- Nada Mirta, cantemos…¡Vamos canta!: "vooolare oh oh… caaantare oh oh oh oh.." ¡traspasaré la oscuridad, me voy, él me iluminará!

Mirta rompe a llorar. Ve a su hermana caer lentamente, no entiende muy bien aún lo que pasa, para ella es triste y alegre… su hermana voló muy feliz con su imaginación. Piensa: ¡Qué bello sería sentirse así en el final de la vida!

Con lágrimas, llamó por teléfono a su familia y de inmediato buscó el mágico arcón.Cuando lo encontró, lo abrió con cuidado.Habiá un álbum con muchas fotos,en la primera reconoció a Elio y la beba.-¡Mi sobrina!, - gritó Mirta sumamente emocionada.Se desesperó al ver tantas imágenes comprobando años de amor, que él iba enviándole a Raquel para que viera crecer a su hija.

Mirta tomó un sobre,con la última carta de Elio, donde cuenta que ya no podrá escribir porque está muy enfermo y que Raquelita es muy feliz junto a su marido.También le dice que cumplió con su pedido de guardar el secreto;que su esposa falleció;a lo largo de la extensa y profunda carta,Elio concluye diciendo: ¡Te amé siempre!… adiós mi gran amor."

Mirta cerró el arcón, se encontraba agotada.Su querida hermana yacía sobre la alfombra rodeada de médicos y familiares.

Tomó el teléfono y marcó un número,del otro lado una voz insistía

- ¡Hola, hola… hable!

- Si, si,… soy Mirta, la hermana de Sor Raquel… ella, ha muerto.

- LUZ-

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