"Avatar," una película que provoca preguntas inquietantes
Es muy difícil que una película sea a la vez honesta, artística y comercial sin ocultar algunas trampas ideológicas. Es el caso de “Avatar,” escrita y dirigida por James Cameron. Sin lugar a dudas marca para el cine un hito en el uso inteligente de la más actualizada tecnología cinematográfica. A primera vista es igualmente sagaz en el planteo del conflicto entre la civilización ultra voraz y la cultura indígena que intenta destruir para apoderarse de unas raras y muy valiosas minerales.No obstante, como suele ocurrir en las grandes producciones comerciales, esconde unos cuantos estereotipos políticos, culturales y sociales. Cameron dice con mucha inocencia que su película busca que abramos los ojos y veamos verdaderamente al otro, respetando las diferencias culturales para que de alguna manera encontremos una manera de convivir más armoniosamente en nuestro mundo.
El nombre de la película parece vinculado a una expresión de hinduismo, pues avatar sería la encarnación terrestre de un dios. Pero en realidad el planteo de la película pone los supuestos “buenos” (los blancos poderosos) contra los “azules” nativos: juego típico de la cultura norteamericana. La ecología y el amor por lo natural versus lo destructivo de la civilización capitalista. Y aparecen los viejos mitos de Hollywood: por ejemplo, el “bueno” que cruza las fronteras como una especie de espía (para guiar los poderosos hacia el árbol sagrado y los valiosos minerales). El blanco bueno termina enamorándose de la cultura de los nativos--y más importante--de una mujer indígena y cambia de bando.
Aquí aparece un problema filosófico y político que todos tratan de equivar. Sucede que los hombres de la civilización occidental capitalista salieron adelante por dominar a la naturaleza, no por respetarla. La industria e inclusive la medicina está basado en la idea de sacar de la naturaleza lo se puede para seguir “progresando” sin prestar mayor atención a devolver a la tierra nada. Es decir, se ha tomado la naturaleza como una especie de mal que puede ser aprovechado para lograr el “progreso” del hombre. Hasta que--vaya que sorpresa--el poder se da cuenta del error y grita a favor de la ecología sin hacer nada concreto para remediar la situación
Entonces, hasta los ejecutivos de las empresas multinacionales comienzan a alarmarse: ¿qué pasará cuando no hay petróleo suficiente para alimentar las fábricas? Lo mismo con el agua. Justamente por ser un recurso no renovable vamos a tener que buscarle un reemplazo, dicen los entendidos. Igual con el calentamiento global. No queda otra que confiar en la ciencia y su capacidad de solucionar problemas. Hasta el siglo 19 el hombre luchaba contra la naturaleza. Ahora todos comenzamos a dudar. Resulta que la ecuación no cierra. ¿Qué vamos a hacer frente al crecimiento demográfico? Algún día el mundo va a quedar chico para su población, entonces: ¿vamos a cuidar las selvas y sacrificar personas porque no tenemos donde ubicarlas? Cuidar a la naturaleza sólo sirve para ganar tiempo y encontrar la forma de dominarla.
¿Quién no puede admitir que “Avatar” es técnicamente una película impecable? Pero con una planteo argumental tan elemental y tan políticamente correcto que uno sale de la sala con más preguntas molestas que sonrisas y suspiros como los que provocan una obra verdaderamente artística
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