Marlon Brando y el problema del mundo moderno
“El problema del mundo moderno corresponde a todos los hombres en igual medida.” Es lo que opinó el gran actor Marlon Brando en una entrevista publicada en “El Escarabajo de Oro,” año VII, número 34 de Julio-agosto 1967. Hoy, tres de enero, 2011, sería interesante ponernos a meditar el significado de la frase.
¿No es osado decir que cada ser humano ha de tener el derecho de opinar e influir sobre los hechos políticos, sociales y culturales que afectan su existencia? ¿Debe la sociedad tomar en cuenta las opiniones de un desocupado, un villero, un carpintero, un campesino, un filósofo, un actor, un escritor, un soldado, un pescador, un artesano, un guardabosque? ¿Cuál es la razón por la cual depositamos en los políticos, en los grandes intereses económicos y en los medios masivos de comunicación la capacidad de moldear y conformar nuestro propio futuro?
¿Es cierto, como insinuaba Aristóteles, que habría que resignar a unos pocos hombres iluminados el derecho de gobernar y decidir sobre las grandes cuestiones políticas, sociales y culturales, sobre la justicia, sobre la conducta de los hombres, sobre qué hacer con la tierra, con los recursos naturales? ¿No será que nuestro sistema educativo produce aduladores en vez de hombres y mujeres con capacidad de analizar críticamente los problemas de la sociedad, para luego proponer propuestas idóneas?
El mundo “moderno” está claramente dominado por conceptos del mal llamado neo-liberalismo, cuya esencia es que el sector privado es el rey y el estado es un siervo que funciona para asegurar el funcionamiento del capitalismo. Cuando todo va bien las corporaciones piden la reducción del estado; cada vez que haya crisis financiera ellas reclaman y reciben millones del estado. ¿Conclusión?
Se habla del dios mercado, de democracia, de competencia, de eficiencia, de progreso, de la incorporación de nuevas tecnologías y de la ética de trabajo. Pero el mercado es analfabeto, su único vocabulario es la ganancia; la democracia está fuertemente atada a las agencias de publicidad; en vez de competencia el mercado está estrangulado por las empresas y financieras multinacionales; la eficiencia opera como palanca para la plusvalía; el progreso se hace mediante la destrucción del medio ambiente y la contaminación; la introducción de nuevas tecnologías puede servir a mejorar las condiciones de vida pero asimismo son instrumentos de dominación del mercado; y el hombre sigue ahogándose en la sociedad de consumo sin saber a dónde va el barco y por qué ha tomado la dirección zigzagueante que la está empujando caóticamente hacia adelante.
Además, como advertía el ex presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower, se ha conformado una alianza estratégica entre los grandes grupos económicos y el Pentágono, en una especie de complejo militar-industrial; un élite con apetito insaciable. Es notable que las actividades más lucrativas en el mundo abarquen la industria bélica, las operaciones de contrabando con armas, la industria farmacéutica y su primo, las drogas ilegales.
¿En un mundo así es un sueño dorado pensar que algún día la palabra guerra habrá desaparecido del vocabulario; un mundo en el cual ningún niño muere de hambre; un mundo de igualdad de oportunidades; un mundo que ama y respeta la naturaleza…?
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